Radiación de Fondo 2,7 K
Al investigar la abundancia en el cosmos de elementos más pesados que el hidrógeno, los cosmólogos observaron que la nucleosíntesis que tiene lugar en las estrellas podría explicar la abundancia de los elementos más pesados que el helio, pero no explicaba la presencia del propio helio. Este elemento debió de formarse durante el big bang. Para sintetizar la cantidad de helio suficiente que explique su abundancia actual, el big bang tuvo que ocurrir a una temperatura inicial muy elevada, proporcionando la velocidad de reacción necesaria; antes de que la fusión se hiciera imposible, al disminuir la densidad en el proceso de expansión que inicialmente era muy rápido.
Inicialmente los fotones sufrieron continuas colisiones contra los electrones libres, convirtiendo el espacio en un medio opaco a la radiación. Con la expansión, las colisiones se hicieron menos frecuentes y bajó la temperatura ambiente. En ese período, disminuyo el número de los fotones energéticos hasta detener la formación de partículas neutras (hidrógeno y helio principalmente). Lo que antes fue un estado de equilibrio térmico total, se hizo parcial.
La radiación no pudo ya mantener ionizada la materia. A una temperatura de unos pocos miles de grados, se deslazaron materia y radiación. Desde ese momento, y suponiendo que el universo no se reionizó más tarde, materia y radiación evolucionaron por separado.
La radiación cósmica del fondo de microondas (RFM) permite conocer la situación del universo en el momento del desacople entre materia y radiación. Gracias a ella podemos abordar el estudio del tipo y la intensidad de las perturbaciones cosmológicas germinales en el plasma primordial, nubes de gas de materia que pronto se condensaron bajo la atracción gravitatoria y formaron las galaxias.
En 1964, Arno Penzias y Robert Wilson no lograban desembarazarse de un persistente ruido de fondo de una antena de los laboratorios Bell, en Holmdel, planeada para medir ondas de radio procedentes de un satélite de comunicaciones. Aconsejados por el grupo de Robert Dicke, la interpretación de este ruido molesto terminó por hacerlos acreedores del premio Nobel de física en 1978, y, a la antena, del título de monumento histórico el 20 de diciembre de 1989.
Distintos grupos se aprestaron entonces a la tarea de cartografiar la RFM. Para estudiar la formación de estructuras astrofísicas, importa conocer las variaciones espaciales de la intensidad o temperatura efectiva de la RFM. En 1992, el Explorador del Fondo Cósmico (COBE) revelaba la presencia de “rizos” primordiales en la suave “cabellera” de la radiación cósmica del fondo de microondas.
Inicialmente los fotones sufrieron continuas colisiones contra los electrones libres, convirtiendo el espacio en un medio opaco a la radiación. Con la expansión, las colisiones se hicieron menos frecuentes y bajó la temperatura ambiente. En ese período, disminuyo el número de los fotones energéticos hasta detener la formación de partículas neutras (hidrógeno y helio principalmente). Lo que antes fue un estado de equilibrio térmico total, se hizo parcial.
La radiación no pudo ya mantener ionizada la materia. A una temperatura de unos pocos miles de grados, se deslazaron materia y radiación. Desde ese momento, y suponiendo que el universo no se reionizó más tarde, materia y radiación evolucionaron por separado.
La radiación cósmica del fondo de microondas (RFM) permite conocer la situación del universo en el momento del desacople entre materia y radiación. Gracias a ella podemos abordar el estudio del tipo y la intensidad de las perturbaciones cosmológicas germinales en el plasma primordial, nubes de gas de materia que pronto se condensaron bajo la atracción gravitatoria y formaron las galaxias.
En 1964, Arno Penzias y Robert Wilson no lograban desembarazarse de un persistente ruido de fondo de una antena de los laboratorios Bell, en Holmdel, planeada para medir ondas de radio procedentes de un satélite de comunicaciones. Aconsejados por el grupo de Robert Dicke, la interpretación de este ruido molesto terminó por hacerlos acreedores del premio Nobel de física en 1978, y, a la antena, del título de monumento histórico el 20 de diciembre de 1989.
Distintos grupos se aprestaron entonces a la tarea de cartografiar la RFM. Para estudiar la formación de estructuras astrofísicas, importa conocer las variaciones espaciales de la intensidad o temperatura efectiva de la RFM. En 1992, el Explorador del Fondo Cósmico (COBE) revelaba la presencia de “rizos” primordiales en la suave “cabellera” de la radiación cósmica del fondo de microondas.